viernes, 14 de octubre de 2016

Abbaye de Fontenay





En eso, Beatriz me señaló un luz en lo alto.
Mas no era una luz, sino una llamarada, formaba un circulo, como una especie de corona rodeando a una estrella.
Escuché la melodía que más dulcemente se haya podido escuchar en laTierra.

























































































































Habíamos llegado al Empíreo, o cielo quieto

Luego, oí a todo el paraíso cantando glorias. Me sentí completamente embriagado.

             

El sonido penetraba por todos mis sentidos.

millares de ángeles la rodeaban,

en los primeros círculos que visité, los ángeles recibían el nombre de serafines y querubines.

Los que siguieron a éstos eran aquellos llamados Tronos, dominaciones, virtudes y potestades eran la ternaria siguiente y cantaban eternamente alabanzas. Principados y arcángeles componían los penúltimos círculos.


























Sin embargo, toda la corte celestial se hizo visible hacia mis humildes ojos. Sentí una dicha y una paz que con palabras sería imposible llegar a la más lejana descripción.

Jamás podré explicarte aquello que ví.

























El Empíreo era un reino tranquilo y gozoso que fijaba su vista en un solo punto.
mis ojos se llenaron de una felicidad inabarcable.














me giré para compartir mi felicidad con Beatriz pero ella ya no estaba.







en su lugar un anciano sonreía alegremente. Le pregunté por mi amada. me contesto que Beatriz lo había enviado para poder poner fín a mi deseo.























Señaló una luz entre las millones que refulgían.
La ví
Beatriz estaba ocupando su lugar, en el trono sagrado
Mi viaje estaba concluyendo, lo hacía de un modo increíble, jamás imaginado, una intensidad superior a un millón de soles se encendió ante mí.










































Mis ojos jamás hubieran podido soportar semejante luminosidad.
El anciano tapó mi vista con sus manos. Me preparó para que pueda contemplar la divina visión.





















































Oh! luz suprema!.
Mi osadía hizo que me uniera al poder infinito!
Vi la luz en su profundidad!

 


Vi como todo el universo se une por la gracia del amor!
Todo lo cuanto hay en el universo unido no era más que una pálida luz frente a este rayo cegador!
Vi la forma universal de todo este nudo!
Ahora lo recuerdo!
Y una alegría inmensa embarga mi alma!




















El efecto de esta luz era tal, que nada podría desviar la mirada de ella.
Todo el bien se encierra en la luz, contenía todo lo perfecto, fuera de ella solo existía lo defectuoso.
En su profundidad pude distinguir tres círculos en una sola dimensión.





Es imposible describirlo, no existen palabras para hacerlo.
Todo en el lenguaje del hombre es poco, frente a lo que pude observar.






Mi vista estaba fijamente en él.
Poco a poco empezaba a clarear, los signos se hacían más y más poderosos, todo el paraíso estallaba en éxtasis, sentí que moriría en cualquier momento, era demasiado, conocería el secreto de todo y de todos, las preguntas que el hombre se venía haciendo a lo largo de la historia de la humanidad me serían reveladas. Oh luz infinitamente grandiosa¡
Luz eterna que solo tu puedes comprenderme!,

la luz se abría, estaba a punto de ver el origen y el fin de todo!
La divina esencia!








Más, mi fantasía no pudo más
Y en el preciso momento en que la claridad se abría paso,
La visión concluyó y desperté a la vida terrenal.


                                                                                 Paraíso. La Divina Comedia. Dante Alighieri

































































































Bajo la forma, pues, de blanca rosa,
Se me mostraba la milicia santa
Que con su sangre Cristo hizo su esposa


Más la otra,  que volando  mira y canta
al esplendor de aquel que la enamora,
y a la inmensa bondad que la levanta,
cual multitud de abejas que se enflora,
una vez y otra vez torna afanada,
donde su miel dulcísima elabora.



Dans la forme, puis, Rosa Blanca,
Si je l´ai ontré Milicia de Santa
Ce avec son sang du Christ est devenue sa femme

Mais l´autre, qui chante et regarde voler
que la splendeur de l´amour,
est la grande bonté des ascenseurs,
quels beaucoup d´abeilles si enflora,
une fois et encre une fois elle devient penché,
il prépare où son doux miel


                                                               Bernard de Clairvaux



































































































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